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José Luis Rey reconstruye su niñez en cuadros de prosa poética

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jlrey-libro-infancia-«Yo tenía ocho años cuando me casé por primera vez. Fue en Las Torres, patio ancho que daba a la calle de mayo, tiempo ideal para una boda. La novia se llamba Marina. El sacerdote, su prima Olga. Hubo un cortejo de invitados y unas imaginarias copas de champán». El interés de las cosas reside muchas veces en la forma en que se relata, en la manera que tenga el relator de ponerlo delante de quien no lo vivió. José Luis Rey ha decidido contar pequeños cuadros de su infancia, o volver a soñar algunos episodios en su casa de Puente Genil.

El poeta vuelve a la prosa con uno de sus libros más sorprendentes y personales, «Veintiocho fragmentos de mi infancia», en el que hace un recorrido por distintos episodios con la muy particular mirada del poeta. La presentó este domingo en la Feria del Libro de Córdoba y la publica la editorial cordobesa Utopía, y que está entre sus más personales trabajos. El poeta Antonio Colinas da una de las claves en el prólogo de la obra, al defender que la mejor prosa la hacen los poetas, pero no sólo por la forma que adopta, sino «por su contenido, en el que tanto pesan las raíces del ser, la memoria y, particularmente, la de la infancia».

Recuerdos y vivencias

Con estos materiales del recuerdo, de los recuerdos que pueden ser los más grabados en la mentalidad del escritor, ha escrito una obra en la que viaja a un territorio donde lo cotidiano se mezcla con lo mágico y donde los personajes extraordinarios son los que más abundan. Tierra Verde es el nombre poético de su casa y donde pasan algunas cosas que de normales pasan a ser extraordinarias en el verbo del poeta, como la llegada de unos testigos de Jehová o los días en que el sacerdote, don Antonio, visitaba a su madre y ambos hablaban en inglés y compartían entre ellos, y luego también con el propio José Luis, su pasión por las letras británicas.

La prosa poética de José Luis Rey avanza a base de frases cortas, sin demasiada adjetivación pero con la mirada del niño que transforma en cosas insólitas todo lo que toca, como el momento en que se sentaba en el diván del destinta en la consulta del doctor Beltrami o la muchacha Albina que veía pasar por las calles, convertida en un enigma. Los dos rombos que le mandaban a la cama, la amistad con Juan Clemente y sus hermanos también se asoman a los cuadros en los que José Luis Rey se asoma a la infancia y la convierte en materia literaria.

[publicado en ABC Córdoba 26/3/2017]