Del viernes 19 al domingo 28 de abril de 2024
La escritura como entusiasmo
Un volumen reúne la poesía completa de Eduardo García, que suma dos libros inéditos que dejó antes de morir, hace ahora un año.
Si alguna vez se tuvo cerca a Eduardo García resultó fácil creer en la literatura. Pocos seres de las últimas generaciones tan dotados para el entusiasmo por la palabra, tan dispuestos a la poesía, tan viscerales en su defensa. Un cáncer lo secó violentamente hace exactamente un año. Nació en Sao Paulo (Brasil) en 1965. Murió en Córdoba en 2016. A los 50 años. Tenía entonces un libro esperando imprenta y un último testimonio poético de extravío, de aceptación del daño, de conciencia de fin. Esos dos conjuntos integran lo que ya será su poesía completa, La lluvia en el desierto (1995-2016), que publica la colección Vandalia al cuidado de Rafaela Valenzuela, su inquebrantable compañera, y de su compadre Federico Abad.
Es toda la obra en verso de un hombre que pensó radicalmente la poesía e hizo de su reflexión una bengala. Y también la certeza de que fijado en poema el mundo es más ancho, el sueño más alto, el verbo más fuerte y la muerte otra vida. Eduardo García, como recuerda Andrés Neuman en el prólogo a la edición, "es de esos verdaderos poetas que nos inducen a recordarlos en su propio estilo. A revivirlos como si nuestra memoria la hubieran escrito ellos". El lugar de la vigilia, la intersección de la realidad con su magia de no serlo, la búsqueda de hondura, el conflicto de la otredad y el asombro indescifrado de los espejos estaban en su escritura como ejes: Yo no soy quien tú crees:/ habito otro lugar, dice en el poema La máscara. Y así, en el punto exacto de la inquietud, del extravío, de la celebración, fue confeccionando García su existencia en las letras.
Aquí están sus siete libros, dos de ellos póstumos: La hora de la ira, un alegato neosocial contra la crisis; y Bailando con la muerte, firme exploración por su enfermedad fatal y el desgarro que genera el desconcierto de saberlo. Pero, además, el conjunto suma una selección de poemas no reunidos en libro y otros no publicados que dan cuenta del taller del autor, premio nacional de la Crítica en 2009 por La vida nueva. "Eduardo nunca renunció a unos niveles de profundidad filosófica mientras que en su obra fundía a la vez la pulsión comunicativa de la poesía con su capacidad de conocimiento", sostiene Luis Alberto de Cuenca, que presentó el volumen en Madrid.
"Aquí está Eduardo en verso y en vida", comentó Rafaela Valenzuela. Buen conocedor de las vanguardias históricas y deudor espiritual del Romanticismo, García optó siempre por una poesía que buscaba en los márgenes de lo real, en ese límite, horizonte o frontera, en que está aquello que no se puede decir de otro modo, lo que no llegamos a entender pero asoma como verdad. Sus últimos libros son más celebratorios y pasionales, explica el autor del epílogo, el crítico y poeta Vicente Luis Mora: "El reencuentro con la pulsión vital de los poemas de Claudio Rodríguez y con la música brasileña dan a sus últimos libros un joie de vivre y de entusiasmo. Ganas de vivir que incluso en los momentos finales de trabajo para los poemas de Bailando con la muerte le llevan a escribir a la 'desdentada' estos versos desgarradores: Déjame bailar a pierna suelta/ una semana, un mes, un día más.
Y es que más allá de la aparente contención de una parte de su escritura, Eduardo García hizo del arrebato febril y contagioso parte de su señalado pensar en poesía, de su acción precisa de escritor. A veces crispado y otras desnudo. Con la lengua como único lugar incuestionable. Su poesía al completo es esto. Exactamente lo que aquí se puede leer, y lo que impulsa, y lo que duele. Lo recordó bien Rafaela Valenzuela, su Rafi. A la manera de Walt Whitman, con ese ímpetu o apetito de totalidad, "es pertinente decir que quien abre estas páginas toca a un hombre". Así es.
[publicado en el diario MUNDO 31/3/2017]