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Luis Landero: «La tarea del escritor es hacer interesante a la gente vulgar, y no hay personas vulgares»

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Trae a Córdoba 'Una historia ridícula', el relato de un hombre que busca impresionar a la mujer a la que ama

Luis Miranda


Luis Landero (Alburquerque, Badajoz, 1948) es hoy uno de los escritores españoles más reconocidos por la crítica y los lectores gracias a personajes de apariencia normal inmersos en aventuras apasionantes en sus propias vidas. Los cordobeses pudieron escucharlo ayer en la Feria del Libro con su última obra, 'Una historia ridícula', publicada por Tusquets.

¿Sus personajes tienen en común siempre que quieren ser más de lo que realmente son en sus sueños?

En todas mis novelas hay un personaje insatisfecho, que es una cosa tan común en la vida. Una persona que desea ser más de lo que es, que ha trazado sueños durante la adolescencia y la juventud, y que luego no se han cumplido. El fantasma del fracaso le ronda, y le lleva a veces a la impostura, a intentar salvarse, a intentar cumplir sus sueños, desde la simulación, a veces. Son personajes insatisfechos y, en cierto modo, fracasados, que intentan, a pesar de todo, encontrar su lugar en el mundo. Algo así es, sí.

-Se nos dice que los sueños son buenos porque nos ayudan a conquistar lo que queremos en la vida. ¿Aquí son más negativos, como quimeras con los que uno se engaña?

En cierto modo es posible, sí, pero es inevitable en la adolescencia y en la juventud soñar y pensar que uno es único, y que va a hacer grandes cosas. En la juventud siempre llevamos escalera de color o repóker de algo, y luego el tiempo va pasando y resulta que cuando llega la hora de enseñar las cartas tienes una puñetera doble pareja. No todo el mundo, porque hay gente que tiene sueños modestos y no le pide a la vida más de lo que la vida puede dar. Lo cual es un modo de sabiduría; quizá sea conformismo también, no lo sé, pero es un modo lícito y estupendo de ser. Mi madre, por ejemplo, y mucha gente que yo he conocido, son gente que se lleva muy bien con la vida. No tienen esa insatisfacción: lo que la vida les da a ellos les gusta y están felices. Hay otros, sin embargo, que no, entre los que yo creo que me encuentro -si no, no escribiría-, a los que no nos satisface la vida. Tenemos algún tipo de carencia y entonces intentamos llenarla de alguna manera con sueños, con fabulaciones, con quimeras. Y como usted dice, a veces las quimeras pueden hacer daño, porque son irrealizables, pero eso forma parte del carácter cada cual.

«Un escritor no debe juzgar a sus personajes. Me suelo encariñar con ellos y les dejo lo más en libertad posible»

Ante personajes tan bien definidos y profundos como los suyos, ¿tiene el escritor la tentacion de juzgarlos?

No, desde luego, Dios me libre. Un escritor no debe juzgar a sus personajes. Debe hacerlos hablar, debe hacerlos actuar, que vayan, que vengan, que tengan sus conflictos. Pero debe aprender de nuestro gran maestro, de Cervantes, el mantenerse al margen, y no juzgarlos. Si alguien los tiene que juzgar, que sea el lector, si es que el lector se anima a hacerlo; que tampoco debería, pero allá cada cual. Yo además me suelo encariñar con mis personajes; siempre veo el lado humano que tienen, y el lado querible. Intento mantenerme al margen y dejarlos lo más en libertad posible.


Luis Landero, en la Feria del Libro de Córdoba - Valerio Merino

Hay un momento de 'El balcón en invierno' en que habla de las vidas de gentes sencillas que nunca saltarán a la letra impresa. ¿A eso en cierta forma se dedica como escritor?

Es la tarea de los escritores, no sólo mía, sino de todos. Galdós, Balzac, Dickens, Dostoievski, Cervantes y Shakespeare dan vida a gente anónima que en principio parece que no tiene nada que contar. Pero es verdad que la tarea de un escritor es hacer interesante a la gente vulgar, y no hay personas vulgares. En todo caso habrá observadores vulgares, pero todas las vidas son interesantes. Y precisamente si no fuera por los escritores y la literatura los siglos XVI y XVII serían un yermo desde el punto de vista histórico. Sólo habría nombres de batallas y de reyes, estadísticas económicas y poco más. Gracias a los escritores sabemos cómo era la gente que vivía, que soñaba: cómo amaban, cómo se odiaban, cómo iban, cómo venían, cuáles eran sus bailes, sus maneras de divertirse y sus tristezas. Y todo eso lo sabemos gracias a la literatura. Creo que todo escritor lo que hace es inspirarse en la gente normal, precisamente porque en toda la gente normal late el misterio de la vida. En todos, no sólo en la gente 'interesante'. Igual que los pintores pintan cosas humildes: Van Gogh no fue a pintar un ramo de rosas maravilloso, sino las humildes flores del girasol.

'Una historia ridícula' relata cómo un hombre busca conquistar a una mujer, impresionarla. ¿Al querer atraer a alguien tiene uno que cambiar la imagen de sí mismo?

Se mejora a sí mismo, claro, se convierte un poco en impostor. Presume un poco. Uno, cuando se enamora de alguien intenta crear una imagen mejorada de sí mismo. Pero no sólo cuando se enamora, sino cuando se relaciona con el prójimo, cuando sale de casa, cuando convive. Siempre intentamos ser un poquito más simpáticos, un poquito más guapos, más altos, más inteligentes. Forma parte de la normalidad. Otra cosa ya es cuando sea cae en la impostura total, cuando cree que no tiene cualidades suficientes para conquistar a la amada, y se inventa cualidades que no existen. Pero eso también es muy viejo.

«Para mí el ideal literario es mezclar de modo armónico el lenguaje oral, popular, y el lenguaje culto»

-Su forma de escribir es tan natural que parece que las frase salen solas. ¿Eso se consigue poniendo, quitando o tan natural como uno habla?

Trabajando, currándoselo, jeje. No hay nada peor que quede la impronta del esfuerzo en la página que uno escribe. Es como cuando uno regala algo y queda la etiqueta del precio. Lo bueno es que parezca que la cosa se ha hecho sola, como pasa con cualquier página del 'Quijote', que alguno piensa «esto lo puedo escribir yo, de sencillo que es». Pero eso naturalmente lleva mucho trabajo, para decir cosas complejas, pero decirlas en un estilo llano, en un estilo claro. Para mí el gran maestro retórico es el lenguaje oral, que es el que escuché de niño en mi familia de campesinos. La música maravillosa de nuestra lengua. No el lenguaje vulgar, sino el lenguaje popular. Ese lenguaje para mí es fuente inagotable de inspiración. Para mí el ideal literario, el ideal estilístico, es cuando se mezclan de un modo armónico, el lenguaje oral, popular, y el lenguaje culto, escrito.


Luis Landero, durante la presentación de su libro - Valerio Merino

¿El más natural?

Y el más vivo, y el más rico sintácticamente y léxicamente. Es un lenguaje además muy vivo, porque el lenguaje más creativo de todos es el lenguaje popular. Desgracaidamente está medio desapreciendo, porque se está imponiendo el lenguaje estándar, que es de los locutores. Es un lenguaje correcto, pero sin alma, sin sangre, en tanto que el lenguaje de verdad, de la gente de la calle, es por ejemplo el que Berlanga y Azcona consiguen. Es una maravilla, porque es muy creativo, muy vivo, muy rítmico. Tiene cantidad de virtudes, cualidades y recursos expresivos.

Hemos hablado de Cervantes, Galdós, Berlanga. No lo reclama para así, pero en sus novelas aparecen también personajes que sólo podrían ser españoles, como el peluquero que debe tener entre sus cualidades dar conversación. ¿Es consciente?

No lo sé, es posible que de alguna manera en mis libros aparezcan cosas que son muy españolas, porque al fin y al cabo uno es de aquí, y lo ha mamado. De todas formas, mi formación literaria quizá es más anglosajona y alemana que española. A los españoles los descubrí un poco tarde, salvo en poesía, porque es muy fácil tener modelos en poesía. En prosa es mucho más difícil para alguien que no es ilustrado, ni vive en una familia muy ilustrada, como era mi caso. Hubo un profesor que me dejó algo de Faulkner y Kafka, y empecé a animarme. A Valle-Inclán y Galdós los descubrí un poco tarde, pero estoy contento, proque creo que para el escritor todo sirve. La buena literatura da igual de dónde venga. Los clásicos españoles para mí son fundamentales, y hay que volver a ellos para recordar cómo suena nuestro idioma, cómo es la música de nuestra idioma, las mejores esencias de nuestra lengua.

[publicado en ABC-Andalucía 29/abril/2022]